En los tiempos que corren todos nos encontramos alguna vez con personas prepotentes, es decir, aquellas que abusan del poder que tienen a disposición. La prepotencia consiste en el mal uso del poder.
El poder no es malo, como muchos creen. En realidad, no es bueno ni malo. Podríamos compararlo con un martillo, que podríamos usar para clavar un clavo en la pared o para hacerle daño a alguien. El poder en sí no corrompe a nadie, pero cuando el corazón de la persona está herido a nivel emocional, surge la prepotencia.
Muchos guardan heridas en su interior durante años, por experiencias negativas vividas, pero lo ignoran hasta que se encuentran en una situación en la que tienen poder sobre otras personas. Entonces, se convierten en déspotas. Quienes los conocen suelen comentar: “Pero esta persona era diferente antes de tener poder y ahora lastima a todo el mundo”. En este caso, el poder no la corrompió, sino que su corazón estaba lastimado y el poder activó su dolor y frustración.
Alguien con una herida interna que llega a ocupar un lugar prominente y tiene un poco de poder, por lo general, termina maltratando a todos los que están debajo a través de gritos, descalificaciones, insultos y humillaciones. Es decir que convierten el poder en prepotencia porque tienen la idea de que el otro no es un ser humano, sino un objeto a su disposición. Esta es una de las características del psicópata, para quien el otro es un accesorio a usar y descartar. Esto no significa que todo aquel que muestra prepotencia sea psicópata, pero los psicópatas siempre son prepotentes y se llevan el mundo por delante en busca de poder.
Un hombre inseguro con el corazón herido suele vigilar, celar, descalificar y darle órdenes a su pareja. “No te vistas así que no me gusta”; “no hables así que quedás como ridícula”, le dirá por ejemplo.
El poder junto a un ser interior con heridas no sanadas dará como resultado la prepotencia: poder para lastimar a otros. Cuando estamos frente a alguien con poder que es un fanfarrón, pensamos: “Se la creyó porque tiene poder”. Lo cierto es que se llenó de orgullo porque está lastimado interiormente y precisa mostrar que es mejor que los demás. Así es como se llega a veces a abusar del poder.
¿Cómo alguien se vuelve prepotente? Los seres humanos nacemos con poder, con un potencial ilimitado que deberíamos soltar a lo largo de nuestra vida. Pero a pesar de ser potentes, todos tenemos virtudes y defectos. Cuando alguien se concentra sólo en lo bueno e ignora lo malo, la potencia se transforma en omnipotencia. La persona cree que todo lo puede y que todo lo sabe, y que los demás no pueden ni saben nada.
Para no caer ni en la prepotencia ni en la impotencia (cuando creemos que somos totalmente incapaces), necesitamos ver siempre el cuadro completo en nuestra vida y saber que hay cosas que hacemos bien, otras mal y otras regular. Nadie es mejor ni peor que los demás pero todos somos potentes. Cuando somos conscientes de esta verdad, podemos crecer y superarnos cada día un poco más.
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La mañana del sur
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